Solitaria navegaba mi sirena,
entre la penumbra de un oceano letal,
sigilosa, como la brisa,
abriga entre sus pechos
un cautivo sentimiento.
Entre las olas, mi sirena,
le llora al miedo,
y con sus besos un tormento,
que aplasta en prisa
un sufrir contemplativo.
No sufras, mi sirena,
con este frío pasajero,
brusco como la sombra,
que arde furtivo dentro de ti.
De lejos, mi sirena,
una luz ya te responde,
vaga entre el cristal,
sumerge tus deseos,
y como flor entre la nieve,
te abres a los vientos.
11 mayo 2008
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