07 abril 2008

Cuerpos en calor



Comienza en el ropaje mañanero la cruel presencia del amor involuntario, con su caminar latente que disipa en gestos cada una de sus emociones, causaba la euforia de aquel enamoradizo empredernido, que de un balcón a otro gozaba de la presencia de tan minuciosa ambiguedad. Aún contraído el frío, con la brisa de miedo latente que corría y corría por el promiscuo deseo, se oía la sinfonía con un dolor que de fiel singularidad se expandía por cada célula del cuerpo virginozo.


Iniciado el atardecer, como también lo hacía el chispiante humo que penetraba poco a poco la débil corteja del pobre y maloliente convento escolar, se iniciaban así los fuegos entre la gente que de un lugar a otro y de manera implacable expandían su llanto angustioso y su severa ceguedad ante lo que ocurría en un cuarto de aquellos.

Dos cuerpos de inundado cortejo se abrían paso a la más abismante lujuria de amor, danzantes almas formicando el impaciente olor a sed que en miel se convertía cuando aquel desgustaba de tan impetuosa delantera, radiante el olor que de allí provenía, y que poco a poco se fue acabando, por respuesta del fuego, que luego de presenciar tan majestuosa escena consumío a los amantes en su camino eterno.

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